lunes, 14 de noviembre de 2011

Autorizados por el Ministro de Defensa...

Ya lo decía Helmuth Duckadam cuando lo entrevistamos en la víspera de la visita al Estadio Ghencea; "... en este país aún se vive como con el Comunismo..." y realmente la sensación de marcialidad y disciplina de la Armada nos señala como pudieron ser aquellos años de rigidez política y social.


Ir de estadios a Bucarest no es fácil, nada fácil. El Este deja claro que sus recintos deportivos no son espacio de esparcimiento ni de "Tour Guide", son en su mayoría, lugares cerrados a cal y canto con extrema vigilancia por lo que sin autorización expresa de sus propietarios no se puede entrar. Como sospechábamos cierta rigidez -tras la experiencia del pasado año en Timisoara y sobre todo en lugares cercanos como Hungría o la República Checa- solicitamos todas las pertinentes autorizaciones y en cada lugar hubo una aventura distinta que les relatamos a continuación...

En primer lugar hay que contextualizar el fútbol en Rumanía y en Bucarest. País del bloque de Este que como tantos otros buscó en el deporte rey una vía de orgullo para su régimen y modelo de estado. En los años de la Guerra Fría no jugaban los equipos del Este contra los de Occidente, jugaban los comunistas contra los capitalistas. El dinero contra la disciplina. Las rutilantes estrellas extranjeras contra los humildes obreros del balón. Por este motivo, países como URSS, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Bulgaria o Rumanía hacían de sus equipos prolongaciones del estado policial. Los Dinamo siempre pertenecientes a la policía, los CSKA a la armada y demás. Combativos, duros y potentes; tuvieron que luchar contra todos los elementos para orgullo de sus seguidores, soberanos y dictadores...

En la capital rumana siempre han existido cinco equipos que con diferente suerte se han paseado por la Primera División; el FC Progresul Bucureşti que del ´94 al 2007 se denominó F.C. Naţional Bucureşti y que tras años de pugna con los mejores ha vuelto a empezar de cero, se encuentra en la IV División y es propiedad del Banco Nacional, juega en el Estadio Cotroceni y es el que mayor oscurantismo presenta. Sin posibilidad de contactar con miembros de la entidad, el acceso al recinto se antojaba misión imposible. No estaba en nuestra lista pero al disfrutar de varios días libre en la ciudad intentamos la entrada. Los gendarmes que lo custodiaban exigieron una autorización del Banco Nacional. Es un estadio que no presenta afrentas míticas y que no merece la pena ni siquiera mencionar por lo que decidimos dejarlo estar.

Otro de los conjuntos de la ciudad es el FC Sportul Studenţesc Bucureşti, el equipo de los estudiantes universitarios que nunca ha tenido gran relevancia y que siempre ha sido el quinto en discordia de la capital, ahora cuarto tras el batacazo económico del National. Juega en Regie bajo el auspicio del Ministerio de Educación pero ni siquiera nos acercamos a su recinto por la ausencia de momentos destacados en su historia.

Los fuertes son el Steaua, Dinamo y Rapid; los que se reparten el mayor número de títulos y logros. Primero fuimos al Stadionul Dinamo, la sede de "los perros" el otrora equipo de la policía que en los últimos tiempos cambió de escudo y mecenas. Gracias a Ionel Culina, su jefe de prensa, todo fueron facilidades para acceder a un recinto que presentaba una guardia espartana aparentemente sobornable. No hizo falta tirar de leis... El estadio es de corte olímpico, muy abierto y con una distancia entre público y terreno de juego demasiado grande. Junto con el campo de fútbol se albergan más instalaciones deportivas, ya que el Dinamo siempre se caracterizó por su práctica polideportiva. Los partidos ante su mayor rival, el Steaua se viven con especial intensidad; el "Marele Derby" es todo un acontecimiento y en el pasado se concebía como la lucha entre el Ministerio de Defensa y el de Asuntos Internos. Caben 15.200 espectadores en este lugar que llegó incluso a ver una semifinal de Copa de Europa.









Posteriormente nos vamos hasta el Stadionul Giuleşti-Valentin Stănescu, terreno de juego del Rapid. Cristian Costaci es su responsable de prensa y nos informa que el estadio es propiedad de un particular que se hizo con el recinto tras comprarlo al Ministerio de Transportes. Un señor serio y enjuto que nos abrió su estadio con recelo, mucho recelo. Aún así accedimos y pisamos uno de los lugares más míticos del futbol rumano. Caben 19.100 personas y su arquitectura es la más antigua con detalles del Ministerio de Transportes que fue el que creó el club para los trabajadores del ferrocarril. De hecho, sus seguidores claman con orgullo que nunca recibieron ventajas del Régimen como Steaua o Dinamo. Un Rapid humilde pero duro que lucha todos los años para estar con los mejores. Su estadio destila un poso añejo que conquista por recordar los años del balompié de verdad, en el que no había galácticos ni estrellas repletas de tatuajes con
 peinados de moda. Días más tarde, tuvimos la oportunidad de presenciar el Rapid 4; Mioveni 0 en un gélida noche en la que el calor lo puso la afición del club ferroviario. Nivel muy bajo pero algún destello para el recuerdo.








El equipo con más seguidores en Rumanía es el Steaua de Bucarest, el primer club de Este en ganar la Copa de Europa y el conjunto con más títulos nacionales. El Steaua perteneció a la Armada hasta el año 98 pero su estadio Ghencea, en pleno corazón de las instalaciones militares del Ejército, es propiedad del Ministerio de Defensa. Actualmente la situación es muy delicada, ya que, el propietario del equipo es el controvertido empresario Gigi Becali. Un nuevo rico que ha colmado la paciencia de los seguidores del Steaua con sus polémicas decisiones. El Ejército le exigía un canon por jugar en Ghencea y Becali se negó a pagarlo por lo que fue expulsado de la instalación y a dia de hoy se encuentra exiliado a 120 kms de la capital en Buzau. Paradójicamente, el equipo más seguido en la ciudad tiene que jugar fuera. No obstante, es muy posible que se retome la problemática y que para la próxima temporada, el Steaua vuelva a Ghencea.



Así pues, entrar en Ghencea parecía misión imposible. Desde el club nos instaron al Ejército y ya se sabe que precisamente la formación intelectual no es el fuerte de los militares. Tras una multitud de llamadas y mails, la Armada decidió impedirnos la entrada y eso que en las comunicaciones no nombramos en ningún momento la palabra prohibida, Steaua. De hecho, uno de los mandos militares comentó a nuestra traductora que no podíamos entrar porque ibamos a hacer un reportaje sobre el Steaua. Pese a ello, nos presentamos con pocas esperanzas de conquista para darnos de bruces con la cruda realidad. El Estadio está incardinado en plena base militar absolutamente cerrado con vallas y rejas de casi 6 metros. Los militares vigilan cada puesto de entrada como si de una base se tratara. Así es imposible. Ya sabe que dialogar con un soldado nunca fue una buena inversión de tiempo...

Del parapetado Ghencea fuimos hasta las oficinas del Steaua (hay que recordar que el club tiene multitud de disciplinas y la única desligada y gestionada independientemente es la de fútbol que tuvo que cambiar de escudo cuando se fue del Ejército) y el presidente del equipo de hockey nos atendió con amabilidad pero con la marcialidad que requiere la Armada. Nos instó a enviar un fax con la petición de entrada al Ministerio de Defensa pero nos reconoció que le parecía algo surrealista y que no tendría inconveniente en ayudarnos pero que si lo hacía, recibiría un correctivo por "favorecernos", así que mejor que no nombraramos su recomendación... Finalmente, enviamos el fax al Ministerio de Defensa que no tardó en llamarnos para volver a preguntar sobre el motivo de la visita. Les convencimos y cerramos el trato de entrada con solemnidad militar. Varios días después llegada el momento clave; la entrada a Ghencea.

Las 10 am era la hora fijada. Hacía frio, mucho frio y el viento congelaba aún más el día. A diferencia de la primera visita y tras consultar vía walkie con un superior, el soldado de la entrada nos invita a entrar en su garita para no pasar frio. Unos minutos después llega un gran coche oficial del que sale uno de los gerifaltes del Ministerio de Defensa y nuestro amigo, el presidente del equipo de hockey -aunque no le saludamos con efusividad porque en teoría no le "conocemos"- que con marcialidad y seriedad se presentan. Se corta la tensión con el gélido viento porque hay que esperar a que un soldado abra la puerta de entrada principal. Unos minutos después llega el encargado de la puerta y accedemos. A medida que avanzamos por el complejo, los militares abren y abren puertas con gran eficacia. Los "jefes" caminan con seguridad y firmeza. Realmente parece que -como decía Duckadam- el régimen de Ceaucescu o peor aún, de la Securitate se
 mantiene vigente.

Unos minutos después llegamos al tunel de vestuarios y el encargado del césped y mantenimiento del campo se presenta. Simpático y afable, el personaje no para de bromear con la Copa de Europa ganada al Barça como si fueramos directivos o seguidores del club catalán. No para de decir: "oh Duckadam (risas), oh Duckadam...". Estamos dentro de Ghencea. Misión conseguida!!! Pero aún no está ganado el partido. El alto cargo del Ministerio nos indica que no hagamos fotos porque varios militares trabajan en el graderío del estadio en labores de mantenimiento. La maniobra propagandística está bien montada; han mandado a los soldados para que "hagan" como que trabajan y tenemos que esperar a que se retiren del graderío para no salir en las fotos. Esperamos. Hace frío y el único de la comitiva que habla inglés charla con nosotros de manera amigable. Llega el momento de inmortalizar la visita por fin y el alto mando del Ministerio nos deja sacar la cámara. Intentamos movernos por las distintas zonas del graderío y no pone cara amiga. Nuestra intérprete media y conseguimos el ok.








La comitiva nos sigue por los fondos, tribuna e incluso los banquillos. Tras quince minutos de fotos terminamos el trabajo y agradecemos las "facilidades". El encargado de mantenimiento del campo sigue bromeando con el Barça y Duckadam; nos acompañan a la puerta, cierran a cal y canto el recinto y se marchan en el coche oficial. Tras la aventura, decidimos ir frente al estadio, al Cementerio Ghencea a honrar al desaparecido Ceaucescu que descansa junto con Elena a escasos metros del recinto deportivo. Con el hubiera sido igual de difícil entrar, igual las cosas no han cambiado tanto tras su fusilamiento...


El recinto más moderno de la capital es el Stadionul Naţional, un complejo nuevo y recién inaugurado concebido para la Selección Nacional Rumana y para albergar los encuentros internacionales de Europa League y Champions de los conjuntos del país. Con las exigencias de UEFA y con el mayor aforo del Estado, la Arena Nacional también acoge los derbys entre los equipos de la ciudad. Su capacidad es de 55.200 espectadores y tiene un doble anillo con techo retráctil que puede abrirse y cerrarse en función de las condiciones climatológicas. En el centro de este techo, un espectacular marcador deja clara la tendencia vanguardista de su construcción.








En el lugar en que ha sido construído este estadio se ubicaba el vetusto "Lia Manoliu” edificado en el ´53 para acontecimientos sociales, políticos y deportivos. De hecho, las grandes representaciones del régimen de Ceaucescu tenían lugar alli, junto con actuaciones musicales y demás. A diferencia de Ghencea, este recinto lo gestiona una empresa ajena al Estado, la policía y el Ejército. Se agradece porque todo son facilidades. Todo. Una gran amabilidad, gentileza y colaboración. Fue un placer la compañía de Catalin Cretu y su secretario que durante todo momento nos hicieron sentir como en casa y facilitarnos el paseo por el mejor estadio del país. Junto con los partidos de fútbol también se celebran conciertos, es un estadio de 5 estrellas.










El fútbol, un deporte que para los estados inmersos en el atroz capitalismo sirve como anulador de mentes por el poder y como escape al tedio diario para los alienados individuos que aborrecen sus vidas malgastadas. En los paises del bloque comunista fue utilizado para reivindicar la disciplina del régimen y para enaltecer el sistema por lo que el Estado siempre patrocinó implícita o explícitamente a sus equipos creados ad hoc. En Rumanía, el Steaua fue creado por el Ministerio de Defensa, el Dinamo por el de Interior, el Rapid por el de Transportes y el FC Sportul Studenţesc Bucureşti por el de Educación. Lo que comenzó siendo un deporte viril, se fue convirtiendo con el paso del tiempo en el opio necesario para que propios y extraños abandonaran sus inquitudes intelectuales en pos de los 22 chicos en calzón corto que corrían tras un elemento redondo.

Por el capitalismo para adormecer; por el comunismo por justificar su régimen; en definitiva, como ya hicieran los griegos y romanos en tiempos ancestrales, para desviar la atención de lo realmente importante: la sabiduría. No obstante, no se engañen; en Rumanía el fútbol no tiene los mismos parámetros de masas que en Italia, España, Francia o Reino Unido. Hay muchos seguidores, pero gracias a una educación basada en las sensibilidades artísticas, el culto por el arte y el gusto por la opera, música y teatro queda latente en las colas de los deliciosos clubes, teatros o Ateneo; uno de los lugares más bello para disfrutar de las artes escénicas.

martes, 25 de octubre de 2011

BUCURESTI, la Ciudad de la Alegría

El otoño allí es más frío. En los edificios y en el rostro de sus lugareños se percibe el dolor por la penurias de los tiempos pretéritos y no tanto. La llegada de la "salvadora" Unión Europea es más formal que efectiva y los expectativas de salir adelante para ellos no son muy halagüeñas. El comunismo que añora mucha gente es buena muestra de ello. Una semana en Bucarest da para mucho, entre otras cosas, para conocer el alma de una ciudad repleta de historia y belleza.
 
 


 
La capital de Rumanía es dura, peleona, altanera y brava. Es un lugar ideal para encontrarse a sí mismo, para respirar aire puro y para valorar lo que tenemos en Occidente. En el centro de la capital puedes encontrar desde los centros comerciales más vanguardistas de Europa hasta un pobre campesino moviendo un carro de supermercado en mitad de una vía de cinco carriles...
 
 
 
 
 
 
Fue llamada la "París del Este", presenta edificios y arquitecturas tan delicadas y deliciosas que hacen que un paseo por sus bulevares sea gratamente agradable. Me encanta la Plaza de la Universidad, repleta de libros de segunda mano escondiendo entre sus calles joyas como una iglesia rusa, como un hospital con recuerdos renacentistas y un gran hotel, el Intercontinental desde el que se divisa el centro neurálgico de la ciudad.
 
 
 
 
 
Justo detrás, la facultad de arquitectura se presenta barroca y creativa mientras que una lacónica pero colorida cruz recuerda odios pasados al Régimen de Ceaucescu. Fueron muchos los universtarios que cayeron en la Revolución y por este motivo, en una rotonda cercana a la sede del centro universitario aparecen más cruces -pero de piedra- recordando a los "héroes" de una algarada tan sangrienta como masiva, que primero en Timisoara y más tarde en Bucuresti provocó un cambio deseado por todos pero que a día de hoy no parece muy rentable.
 
 
 
 
 
Sobre este tema en particular, no estaría de más detenerse en la especial situación política del país. Rumanía se integró en el bloque comunista del Pacto de Varsovia con la figura de Nicolae Ceaucescu como líder indiscutible. El dictador no llegó al poder de manera democrática pero se ganó el favor de las masas con decisiones como la de negarse la invasión rusa de Checoslovaquia el 20 de Agosto de 1968. Rumanía fue el único país adherido al Pacto de Varsovia que se opuso a la entrada por la fuerza en territorio checo. Además, con su pulso a los soviéticos, su papel en el viejo continente fue ganando enteros mientras la economía rumana crecía; había pleno empleo, vivenda para todos, mes de vacaciones y alimentación sin restricciones. Los rumanos eran felices y adoraban al líder en las pantagruélicas representaciones festivas por los bulevares y en el Estadio Nacional. El país quería a Ceaucescu y su oposión era mínima. Asi fueron sus primeros años en el poder. Más tarde, la economía empezó una época de decadencia que coincidió con los delirios de grandeza del dictador. Con la doctrina de la "Racionalización" se limitaron los alimentos a los ciudadanos y las empresas nacionales comenzaron a resquebrajarse; la Securitate amedrentaba a quienes ponían en duda al régimen y mientras Ceaucescu daba rienda suelta a su delirante megalomanía construyendo el segundo edificio más grande del mundo, el Palacio del Pueblo (Palacio del Parlamento en la actualidad) o la Casa Radio. Destruía edificios históricos para dar rienda a unos sueños de grandeza tan antagónicos a los kilómetros de cola para recoger la comida de sus soberanos.
 
 
 




 
 
 
La cosmopolita Timisoara fue la primera que reaccionó ante los desmanes del ejército y tras una cruenta batalla en la plaza de la Opera, los estudiantes fueron ganando un poder y apoyo que llegó hasta Bucarest en la que Nicolae recibió las primeras protestas en público ante la desesperación de la Securitate. Ceaucescu tuvo que escapar en helicóptero pero no llegó lejos. Los militares que le trasportaron se detuvieron en Targoviste y fue detenido a unos 80 kilómetros de la capital; punto de partida en su huída del país. Sus "aliados" fueron sus peores enemigos, la Armada. Se especula con que fue el ejército el que montó toda la algarada, ya que a la postre fueron los más beneficiados con la caída del dictador. En un juicio sumarísimo con un tribunal ad hoc, Nicolae y Elena fueron condenados a pena de muerte y en tan sólo veinte minutos fueron fusilados en un paredón con una cámara de televisión como testigo. Antes de recibir la descarga de los AK 47 gritó ¡Viva la República Socialista de Rumania! ¡La Historia me vengará!" y murió cantando La Internacional. Su muerte fue celebrada por casi todo el país cada vez más harto con su figura. Fue el último dirigente comunista en caer en un país satélite y casi de forma televisada. Los dos cuerpos, que estaban enterrados en tumbas separadas, reposan ahora juntos en una tumba recubierta de granito rojo con la inscripción: "Nicolae Ceausescu, presidente de la República Socialista de Rumania, 1918-1989, Elena Ceausescu, 1919-1989". Dado el ateísmo de la pareja, la tumba carece de cruces u otros símbolos religiosos.
 
 
 
 
 
 
22 años después de su muerte, esperaba encontrarme una sociedad repleta de rencor y hastío para con su legado pero, nada más lejos de la realidad. Tras dialogar con muchas personas de sectores y grupos sociales antagónicos, todos me han mostrado su desencanto con la situación actual en la que las mafias controlan el país y la pobreza se ha instalado definitivamente. Ya nadie tiene pisos en propiedad, ni reciben alimentos y menos aún tienen derecho a un mes de vacaciones. Obviamente, Ceaucescu no fue un santo y utilizó despóticamente su poder, pero sorprendentemente, su tumba compartida con Elena está siempre repleta de flores. Nuestro reconocimiento y respeto tambien lo tuvo. Por enfrentarse a la URSS más beligerante y por luchar en sus primeros años, por el beneficio de sus gentes.
 
 
 
 
 
Una fuente con agua tan roja como la sangre derramada en la mencionada plaza de la Universidad parece a priori un sutil homenaje a los caídos pero es tan sólo una estrategia de marketing de una serie americana. América, América... Cuanto daño ha hecho el capitalismo americano a países como el rumano. En la Plaza Unirii, a unos metros de la bella zona vieja universitaria, se alzan abominables centros comerciales que estropean la bucólica estampa del río Dâmboviţa cruzando el bellísimo Palacio de Justicia y el Viejo Bucarest. El consumismo atroz y agresivo que venden los arrogantes y desagradables luminosos contrastan con la bella sencillez de la zona peatonal por antonomasia de la capital. Un lugar en proceso de rehabilitación que albergó hace siglos la corte del temible voivoda Vlad Tepes, Curta Veche; y que en la actualidad representa la zona de esparcimiento y ambiente de la ciudad. Cálidos y acogedores cafés, los mejores restaurantes y tiendas de época en las que se puede encontrar casi de todo. Que diferencia a esos impersonales y despreciables centros comerciales expertos en alienar las más mentes menos ilustradas...
 
 
 
 
 
 
 
 


 
En el centro histórico de Bucuresti se encuentra Caru Cu Bere, un restaurante que parece un museo art-decó de época, que ofrece los mejores platos de la gastronomía de los Cárpatos. El Sarmale es una delicia, el Fasole cu cârnaţi, Mititei recuerda al balcánico ćevapčići o la Ciorba de fasole (sopa incluída en una hogaza de pan) que no envidian a cualquier otro plato del resto del mundo. De cerveza me van a permitir no elegir una de la ciudad; no me convence mucho Bergenbier ni Usus, prefiero Timisoreana pero no se encuentra en muchos lugares. Hay otros restaurantes como La Mama en donde el Ciolan Romanesc (codillo) es el rey, un verdadero placer para el paladar. En los postres el chocolate es el protagonista, cualquier plato con el sienta de maravilla.
 
 







 
 
 
En Rumanía no hay pausa para la comida durante el trabajo por lo que al mediodía es habitual probar algún tentepie como los Covrigi, de corte salado e incluso rellenos de chocolate en sitios selectos. Los salados bien acompañados por una cerveza, sientan de maravilla!!!! En el Viejo Bucarest se encuentran fastuosos edificios como la Banca National o la Caja de Ahorros. Están cerca de Caru Cu Bere y son tan espectaculares como el Museo Nacional que se encuentra en plena calle Victoria de la que hablaremos más tarde. Por la noche sale el lado canalla de la ciudad y en esta zona se pueden encontrar pubs y salas de toda índole. El rock es protagonista en Harley, un antro en el que Megadeth y Metallica suenan sin cesar tanto dentro como en la agradable terraza de Lipscani. Cuidado con los cocktails y la absenta, ya que enganchan.... Mi segunda casa en Bucarest. Si vais de parte de Gartzen, os tratarán bien.
 
 
 
 
 
Antes hablabamos de la Calle Victoria. Una de las arterias de la ciudad que arranca en la Plaza de su mismo nombre y que presenta los valores de la capital rumana. Excelentes edificios, el hotel Hilton o el brillante Ateneo junto con el comeconiano espacio de la extinta Securitate formando una gran plaza. El Circulo Militar y la plaza Tricolor en honor a la bandera de Rumanía dan solemnidad a una calle que desemboca en el Dâmboviţa antes de pasar por unos pasajes tan mágicos como envolventes que te introducen en el Viejo Bucarest.
 
 
 




 
 
Llegamos al río y siguiendo su curso pasamos por la Opera y la Casa Radio. Un tremendo edificio que impacta por su aparente abandono. Ceaucescu no pudo terminarlo y en la actualidad se trabaja para mancillar su legado reconstruyendolo en centro comercial...
 
 
 



 
 
Si avanzamos hacia el Norte llegamos a Gara de Nord, estación ferroviaria a imagen y semejanza de la parisina. Más hacia arriba, en dirección al Aeropuerto Otopeni se puede visitar la Casa de la Prensa Libre, otro gran edificio en el que una gran torre de comunicaciones preside el delicioso bulevar. Zona verde en la que las embajadas y los castaños hacen del paseo un goce para los sentidos. La estampa del Arco del Triunfo con una gran bandera de Rumanía en el centro es una foto obligada. A modo de rotonda, el arco sirve de oxigenación al tráfico de entrada a la ciudad.
 
 
 
 
 
Bucarest no da concesiones fácilmente. Sus bellas gentes son educadas y distinguidas pero nunca en la primera impresión. El carácter balcánico aflora en las relaciones personales con invisibles pero impenetrables barreras ante la falta de confianza. Que llega en la segunda o tercera oportunidad. No les falta la sonrisa y la picardía. Ellas son las más bellas del viejo continente con permiso de serbias y magiares y ellos son enjutos y firmes. Se nota que lo han pasado mal y que la situación no ha mejorado mucho.
 
 

 
 
Todo el mundo cuando viaja a Rumanía se imagina que va a un país repleto de gitanos delincuentes repletos de dientes de oro, de suciedad e inmundicia. Error y grave. Muy grave. Peligroso prejuicio que puede hacer sonrojar al extranjero. Los gitanos que emigran sobre todo a España, Francia e Italia no son ni mucho menos representativos de Rumanía. He visto más en cualquier pequeña localidad española que en Timisoara o Bucuresti. En la capital hay pero el riesgo de robo o atraco es muy remoto. Es un país y una ciudad segura en la que se palma cierta dosis de pobreza pero nada lejana a la que diariamente sentimos en cualquier ciudad de nuestro país. Si viajais en avión, vereis que el pasaje es pintoresco y ciertamente descorazonador pero es una buena muestra de la emigración que llega hasta nuestras fronteras. La mayoría son campesinos y gitanos que buscan una vida mejor, o van a visitar a sus familiares pero en absoluto representan a la media de un país culto -mucho más que España en literatura y artes escénicas- y educado aunque muy castigado por el comunismo antes, y por el capitalismo ahora.
 
 
 
 




 
Es obvia la referencia al fútbol pero no se va a incluir en esta reflexión ya que tendrá un monográfico en el que tendré que hablar bien de las Fuerzas Armadas que me permitieron entrar al Estadio Ghencea del Steaua en un momento convulso y complicado. Termino con la música. Si en España hay que buscar pubs de música underground o rock para no caer en el suicidio de la vulgaridad ultracomercial, en Rumanía por regla general se hace y escucha buena música. De rock os recomiendo a los veteranos Iris, el rock con sabor honesto con sabor a mujer lo pone Laura Stoica, Pacifica elabora buenos temas de corte progresivo, el punk pop fresco llega de la mano de las divertidad Blaxy Girls, el pop rock vanguardista de Proconsul, los sonidos más alternativos con efluvios folkloricos rumanos son para Loredana mientras que la elegancia de la chanson es para la tristemente desaparecida Madalina Manole.
 
 





 
Bucuresti, la ciudad de la alegría en rumano, el lugar que el pastor descubrió a orillas del Dâmboviţa hace honor a su nombre. Lucha, coraje, valor, orgullo, climatología extrema y mucha ilusión por llegar a la felicidad. Alli se puede encontrar, alli se puede vivir y disfrutar de un mundo tan diferente y especial que os conquistará...