lunes, 14 de noviembre de 2011

Autorizados por el Ministro de Defensa...

Ya lo decía Helmuth Duckadam cuando lo entrevistamos en la víspera de la visita al Estadio Ghencea; "... en este país aún se vive como con el Comunismo..." y realmente la sensación de marcialidad y disciplina de la Armada nos señala como pudieron ser aquellos años de rigidez política y social.


Ir de estadios a Bucarest no es fácil, nada fácil. El Este deja claro que sus recintos deportivos no son espacio de esparcimiento ni de "Tour Guide", son en su mayoría, lugares cerrados a cal y canto con extrema vigilancia por lo que sin autorización expresa de sus propietarios no se puede entrar. Como sospechábamos cierta rigidez -tras la experiencia del pasado año en Timisoara y sobre todo en lugares cercanos como Hungría o la República Checa- solicitamos todas las pertinentes autorizaciones y en cada lugar hubo una aventura distinta que les relatamos a continuación...

En primer lugar hay que contextualizar el fútbol en Rumanía y en Bucarest. País del bloque de Este que como tantos otros buscó en el deporte rey una vía de orgullo para su régimen y modelo de estado. En los años de la Guerra Fría no jugaban los equipos del Este contra los de Occidente, jugaban los comunistas contra los capitalistas. El dinero contra la disciplina. Las rutilantes estrellas extranjeras contra los humildes obreros del balón. Por este motivo, países como URSS, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Bulgaria o Rumanía hacían de sus equipos prolongaciones del estado policial. Los Dinamo siempre pertenecientes a la policía, los CSKA a la armada y demás. Combativos, duros y potentes; tuvieron que luchar contra todos los elementos para orgullo de sus seguidores, soberanos y dictadores...

En la capital rumana siempre han existido cinco equipos que con diferente suerte se han paseado por la Primera División; el FC Progresul Bucureşti que del ´94 al 2007 se denominó F.C. Naţional Bucureşti y que tras años de pugna con los mejores ha vuelto a empezar de cero, se encuentra en la IV División y es propiedad del Banco Nacional, juega en el Estadio Cotroceni y es el que mayor oscurantismo presenta. Sin posibilidad de contactar con miembros de la entidad, el acceso al recinto se antojaba misión imposible. No estaba en nuestra lista pero al disfrutar de varios días libre en la ciudad intentamos la entrada. Los gendarmes que lo custodiaban exigieron una autorización del Banco Nacional. Es un estadio que no presenta afrentas míticas y que no merece la pena ni siquiera mencionar por lo que decidimos dejarlo estar.

Otro de los conjuntos de la ciudad es el FC Sportul Studenţesc Bucureşti, el equipo de los estudiantes universitarios que nunca ha tenido gran relevancia y que siempre ha sido el quinto en discordia de la capital, ahora cuarto tras el batacazo económico del National. Juega en Regie bajo el auspicio del Ministerio de Educación pero ni siquiera nos acercamos a su recinto por la ausencia de momentos destacados en su historia.

Los fuertes son el Steaua, Dinamo y Rapid; los que se reparten el mayor número de títulos y logros. Primero fuimos al Stadionul Dinamo, la sede de "los perros" el otrora equipo de la policía que en los últimos tiempos cambió de escudo y mecenas. Gracias a Ionel Culina, su jefe de prensa, todo fueron facilidades para acceder a un recinto que presentaba una guardia espartana aparentemente sobornable. No hizo falta tirar de leis... El estadio es de corte olímpico, muy abierto y con una distancia entre público y terreno de juego demasiado grande. Junto con el campo de fútbol se albergan más instalaciones deportivas, ya que el Dinamo siempre se caracterizó por su práctica polideportiva. Los partidos ante su mayor rival, el Steaua se viven con especial intensidad; el "Marele Derby" es todo un acontecimiento y en el pasado se concebía como la lucha entre el Ministerio de Defensa y el de Asuntos Internos. Caben 15.200 espectadores en este lugar que llegó incluso a ver una semifinal de Copa de Europa.









Posteriormente nos vamos hasta el Stadionul Giuleşti-Valentin Stănescu, terreno de juego del Rapid. Cristian Costaci es su responsable de prensa y nos informa que el estadio es propiedad de un particular que se hizo con el recinto tras comprarlo al Ministerio de Transportes. Un señor serio y enjuto que nos abrió su estadio con recelo, mucho recelo. Aún así accedimos y pisamos uno de los lugares más míticos del futbol rumano. Caben 19.100 personas y su arquitectura es la más antigua con detalles del Ministerio de Transportes que fue el que creó el club para los trabajadores del ferrocarril. De hecho, sus seguidores claman con orgullo que nunca recibieron ventajas del Régimen como Steaua o Dinamo. Un Rapid humilde pero duro que lucha todos los años para estar con los mejores. Su estadio destila un poso añejo que conquista por recordar los años del balompié de verdad, en el que no había galácticos ni estrellas repletas de tatuajes con
 peinados de moda. Días más tarde, tuvimos la oportunidad de presenciar el Rapid 4; Mioveni 0 en un gélida noche en la que el calor lo puso la afición del club ferroviario. Nivel muy bajo pero algún destello para el recuerdo.








El equipo con más seguidores en Rumanía es el Steaua de Bucarest, el primer club de Este en ganar la Copa de Europa y el conjunto con más títulos nacionales. El Steaua perteneció a la Armada hasta el año 98 pero su estadio Ghencea, en pleno corazón de las instalaciones militares del Ejército, es propiedad del Ministerio de Defensa. Actualmente la situación es muy delicada, ya que, el propietario del equipo es el controvertido empresario Gigi Becali. Un nuevo rico que ha colmado la paciencia de los seguidores del Steaua con sus polémicas decisiones. El Ejército le exigía un canon por jugar en Ghencea y Becali se negó a pagarlo por lo que fue expulsado de la instalación y a dia de hoy se encuentra exiliado a 120 kms de la capital en Buzau. Paradójicamente, el equipo más seguido en la ciudad tiene que jugar fuera. No obstante, es muy posible que se retome la problemática y que para la próxima temporada, el Steaua vuelva a Ghencea.



Así pues, entrar en Ghencea parecía misión imposible. Desde el club nos instaron al Ejército y ya se sabe que precisamente la formación intelectual no es el fuerte de los militares. Tras una multitud de llamadas y mails, la Armada decidió impedirnos la entrada y eso que en las comunicaciones no nombramos en ningún momento la palabra prohibida, Steaua. De hecho, uno de los mandos militares comentó a nuestra traductora que no podíamos entrar porque ibamos a hacer un reportaje sobre el Steaua. Pese a ello, nos presentamos con pocas esperanzas de conquista para darnos de bruces con la cruda realidad. El Estadio está incardinado en plena base militar absolutamente cerrado con vallas y rejas de casi 6 metros. Los militares vigilan cada puesto de entrada como si de una base se tratara. Así es imposible. Ya sabe que dialogar con un soldado nunca fue una buena inversión de tiempo...

Del parapetado Ghencea fuimos hasta las oficinas del Steaua (hay que recordar que el club tiene multitud de disciplinas y la única desligada y gestionada independientemente es la de fútbol que tuvo que cambiar de escudo cuando se fue del Ejército) y el presidente del equipo de hockey nos atendió con amabilidad pero con la marcialidad que requiere la Armada. Nos instó a enviar un fax con la petición de entrada al Ministerio de Defensa pero nos reconoció que le parecía algo surrealista y que no tendría inconveniente en ayudarnos pero que si lo hacía, recibiría un correctivo por "favorecernos", así que mejor que no nombraramos su recomendación... Finalmente, enviamos el fax al Ministerio de Defensa que no tardó en llamarnos para volver a preguntar sobre el motivo de la visita. Les convencimos y cerramos el trato de entrada con solemnidad militar. Varios días después llegada el momento clave; la entrada a Ghencea.

Las 10 am era la hora fijada. Hacía frio, mucho frio y el viento congelaba aún más el día. A diferencia de la primera visita y tras consultar vía walkie con un superior, el soldado de la entrada nos invita a entrar en su garita para no pasar frio. Unos minutos después llega un gran coche oficial del que sale uno de los gerifaltes del Ministerio de Defensa y nuestro amigo, el presidente del equipo de hockey -aunque no le saludamos con efusividad porque en teoría no le "conocemos"- que con marcialidad y seriedad se presentan. Se corta la tensión con el gélido viento porque hay que esperar a que un soldado abra la puerta de entrada principal. Unos minutos después llega el encargado de la puerta y accedemos. A medida que avanzamos por el complejo, los militares abren y abren puertas con gran eficacia. Los "jefes" caminan con seguridad y firmeza. Realmente parece que -como decía Duckadam- el régimen de Ceaucescu o peor aún, de la Securitate se
 mantiene vigente.

Unos minutos después llegamos al tunel de vestuarios y el encargado del césped y mantenimiento del campo se presenta. Simpático y afable, el personaje no para de bromear con la Copa de Europa ganada al Barça como si fueramos directivos o seguidores del club catalán. No para de decir: "oh Duckadam (risas), oh Duckadam...". Estamos dentro de Ghencea. Misión conseguida!!! Pero aún no está ganado el partido. El alto cargo del Ministerio nos indica que no hagamos fotos porque varios militares trabajan en el graderío del estadio en labores de mantenimiento. La maniobra propagandística está bien montada; han mandado a los soldados para que "hagan" como que trabajan y tenemos que esperar a que se retiren del graderío para no salir en las fotos. Esperamos. Hace frío y el único de la comitiva que habla inglés charla con nosotros de manera amigable. Llega el momento de inmortalizar la visita por fin y el alto mando del Ministerio nos deja sacar la cámara. Intentamos movernos por las distintas zonas del graderío y no pone cara amiga. Nuestra intérprete media y conseguimos el ok.








La comitiva nos sigue por los fondos, tribuna e incluso los banquillos. Tras quince minutos de fotos terminamos el trabajo y agradecemos las "facilidades". El encargado de mantenimiento del campo sigue bromeando con el Barça y Duckadam; nos acompañan a la puerta, cierran a cal y canto el recinto y se marchan en el coche oficial. Tras la aventura, decidimos ir frente al estadio, al Cementerio Ghencea a honrar al desaparecido Ceaucescu que descansa junto con Elena a escasos metros del recinto deportivo. Con el hubiera sido igual de difícil entrar, igual las cosas no han cambiado tanto tras su fusilamiento...


El recinto más moderno de la capital es el Stadionul Naţional, un complejo nuevo y recién inaugurado concebido para la Selección Nacional Rumana y para albergar los encuentros internacionales de Europa League y Champions de los conjuntos del país. Con las exigencias de UEFA y con el mayor aforo del Estado, la Arena Nacional también acoge los derbys entre los equipos de la ciudad. Su capacidad es de 55.200 espectadores y tiene un doble anillo con techo retráctil que puede abrirse y cerrarse en función de las condiciones climatológicas. En el centro de este techo, un espectacular marcador deja clara la tendencia vanguardista de su construcción.








En el lugar en que ha sido construído este estadio se ubicaba el vetusto "Lia Manoliu” edificado en el ´53 para acontecimientos sociales, políticos y deportivos. De hecho, las grandes representaciones del régimen de Ceaucescu tenían lugar alli, junto con actuaciones musicales y demás. A diferencia de Ghencea, este recinto lo gestiona una empresa ajena al Estado, la policía y el Ejército. Se agradece porque todo son facilidades. Todo. Una gran amabilidad, gentileza y colaboración. Fue un placer la compañía de Catalin Cretu y su secretario que durante todo momento nos hicieron sentir como en casa y facilitarnos el paseo por el mejor estadio del país. Junto con los partidos de fútbol también se celebran conciertos, es un estadio de 5 estrellas.










El fútbol, un deporte que para los estados inmersos en el atroz capitalismo sirve como anulador de mentes por el poder y como escape al tedio diario para los alienados individuos que aborrecen sus vidas malgastadas. En los paises del bloque comunista fue utilizado para reivindicar la disciplina del régimen y para enaltecer el sistema por lo que el Estado siempre patrocinó implícita o explícitamente a sus equipos creados ad hoc. En Rumanía, el Steaua fue creado por el Ministerio de Defensa, el Dinamo por el de Interior, el Rapid por el de Transportes y el FC Sportul Studenţesc Bucureşti por el de Educación. Lo que comenzó siendo un deporte viril, se fue convirtiendo con el paso del tiempo en el opio necesario para que propios y extraños abandonaran sus inquitudes intelectuales en pos de los 22 chicos en calzón corto que corrían tras un elemento redondo.

Por el capitalismo para adormecer; por el comunismo por justificar su régimen; en definitiva, como ya hicieran los griegos y romanos en tiempos ancestrales, para desviar la atención de lo realmente importante: la sabiduría. No obstante, no se engañen; en Rumanía el fútbol no tiene los mismos parámetros de masas que en Italia, España, Francia o Reino Unido. Hay muchos seguidores, pero gracias a una educación basada en las sensibilidades artísticas, el culto por el arte y el gusto por la opera, música y teatro queda latente en las colas de los deliciosos clubes, teatros o Ateneo; uno de los lugares más bello para disfrutar de las artes escénicas.