lunes, 10 de octubre de 2011

Pura Euskal Herría

Los zafios e ignorantes paletos españolistas carentes de avidez intelectual y de sentido mundológico, suelen hablar con odio, desprecio y miedo sobre Euskal Herría. La amplia tierra de siete provincias que los repartos estatales entre los imperios franceses y españoles dejaron en tres para los gabachos, una; la más grande separada y foral y otras tres juntas en España llamadas lacónicamente Euskadi.

La tierra del euskera, es el lugar en el que se habla la lengua más indescifrable, fascinante y compleja del viejo continente. Aquella que quiso aniquilar la derecha NAZIonal Catolicista del Caudillo con bombas aliadas de Hitler y con toda la infantería militar y policial posible; golpeando, amenazando y matando a quienes se negaban a comunicarse en el idioma del Régimen. Una lengua con peculiaridades en cada territorio y con uniformidad cromática en la bandera e ideológica en la lucha por la libertad.

Esa Euskal Herría es inextinguible por muchas fronteras y límites que pongan los que paradójicamente se alian con una Unión Europea que nace con vocación de Estado Máximo Federal para competir con el gigante de Norte America. Tanto en Baiona como en Sara, Biarritz, Bera, Donibane Garazi, Pasaia, Gernika o Agurain se respira un ambiente euskaldún que se resume en un caracter duro, crudo e incluso tosco pero absolutamente afable y honesto. Sin pretensiones ni conveniencias. De verdad.

Cuando cualquier estúpido e ignorante insulta a un vasco, también ataca a quienes amamos el carácter sincero, claro y directo de la tierra del Euskera. No se deja de ser euskaldún por no nacer allí, ya que sus gentes te hacen sentir como en casa en cualquier rincón por recóndito que sea. En este blog viajero, en este oxígeno a la cárcel diaria que me brinda la red os recomiendo lugares para perderse por la tierra que me adoptó; EuskalHerría.

Si llegas desde el Sur, como decía un buen amigo de Amurrio, cuando veas que aparecen nubes tras el cruce de los tuneles estarás en nuestro territorio vascón; la frontera natural te da la bienvenida para llegar a la recoleta y pseudocastellana Gasteiz. Perfección urbanística coronada por la histórica Plaza de la Virgen Blanca y sus pequeñas calles adyacentes tan canallas como angostas. Sus parques y su política cultural con festivales tan reconocidos internacionalmente como Azkena dan el respiro necesario para percibir la vitalidad de sus gentes. Pero Araba es mucho más, la coqueta y ruda Agurain o la alegre Dulantzi sin perder de vista la patxarana Amurrio, donde se come y se bebe excelentemente.

Hacia arriba y llegando a Bizkaia, la industriosa pero cada vez más recatada Bilbo nos espera con muros de acero que albergan obras maestras y un casco viejo sencillamente mágico. Astuto, chuleta pero esbelto; el Bilbao Viejo te sumerge en callejas llenas de txikitos. San Mamés es cita obligada cuando juega la Reala y su trayecto desde Pozas, una grata experiencia txori-gorri. Pero aunque ellos crean que son lo único de Bizkaia, hay mucho más en este territorio en el que las playas de Bakio y Sopelana retan a las caribeñas.

El mejor pan de nueces y pasas está en la bella Balmaseda y los mejores txuletones en la combativa y bombardeada Otxandio. La subida del Urkiola te lleva hasta un Duranguesado en el que Elorrio y Durango muestran con orgullo sus vestigios históricos. El norte conduce al paraíso natural de Urdaibai en el que Mundaka con su ola surfera y Bermeo con su puerto altanero y su sabroso marmitako escoltan a la castigada Gernika. Ciudad altiva y guerrera que le ganó el pulso a los bombarderos alemanes y que recuerda el episodio más vergonzante de la reciente historia del fascismo español.

Si cruzamos el Oka hacia la margen izquierda llegamos a las portuarias Lekeitio y Ondarru. La primera sorprende por su isla con palmeras y la segunda por su arrogante puerto y casco histórico. Las mejores anchoas y bonito del mundo lo pescan sus arantzales para que lo envase la familia Agirreoa. Placer para el paladar. Al límite pero ya en Gipuzkoa, Mutriku y Zumaia dibujan la maravillosa línea cantábrica litoral guipizcuana en la que destaca Getaria. El txakolí por antonomasia nace en los viñedos de la tierra de Elcano. El ratón y sus jantokis a pie de puerto se quedan atrás viajando hasta la playa de Zarautz donde los surferos ensayan con arrojo ante la desafiante ola cantábrica.

La pelota y los frontones, el deporte rural y la bici pero, sobre todo las traineras tienen en vilo a los vascos. Hablar de remo, barcas o traineras es hablar de Orio. El orgullo de la ciudad y casi de la provincia no pasa su mejor momento pero pese a ello, el gualdinegro preside la balconada de la pequeña localidad costera en la que el besugo reina más que cualquier Borbón o Austria. La especialidad a la Oriotarra regado con un buen txakolí es un placentero y exquisto plato de obligado cumplimiento en este pueblo.

Hacia Donosti llegamos previa ascensión al Monte Igeldo que con su vetusto pero encantador parque de atracciones ofrece la mejor vista de la ciudad más elegante, guapa y bonita de Euskal Herria; Donostia. Primero la de Ondarreta con el peine de los vientos de Chillida y los sonidos de ultratumba que genera por debajo el oleaje, luego la coqueta Concha frente a la Isla de Santa Clara y; pasando por el Urumea y Kursaal, la Zurriola más surfera y canalla orgullo de Gros. Son las playas de San Sebastían, el litoral cantábrico en su máximo esplendor. Pero la ciudad es mucho más, es un sinfín de aromas y sabores que en la parte vieja destilan ambiente de pintxos, de tertulia y de fiesta. La Alde Zaharra toma el pulso a la ciudad abriendo el pasadizo urbanístico entre la Virgen del Coro y la Catedral y dando el ongi etorri a visitantes y lugareños. El Boulevard marca el camino a la bella desembocadura del Urumea con el imponente Kursaal como testigo. Estamos en Gros y escondido bajo el hormigón pese a conservar su rectángulo de juego yace Atocha. El lugar de las gestas dejó sitio a un residencial que mantiene los bares de tribuna y la misma forma del mítico estadio txuri urdin. Anoeta no es lo mismo, es un referente de vanguardia arquitectónica pero su fría pista de atletismo aleja al respetable del césped y banquillos. Antes de salir de la Bella Easo, es de obligado cumplimiento pasar por Amara y precisamente por la Plaza de Easo donde las okindegias más selectas ofrecen el mejor croissant del mundo. No hay otro como el que se factura en Easo.

Tras unos cruasans a la mañana, una gilda con un txako y una keler con un pintxo nos vamos a un bello rincon portuario; la bahía de Pasaia que esconde historias de disidentes, asesinatos impunes por el terrorismo de Estado y el recoleto Donibane con sus casitas saludando a la mar. De difícil acceso, Pasai Donibane merece un buen paseo...

De Pasaia a Hondarribi se tarda poco. Sus casitas pintadas cerca del mar y sus asadores alegran la vista y el estómago de quienes llegan a sus calles. Después de pasear por la parte vieja y por la ensenada fronteriza con Francia, bajamos hacia el centro de Gipuzkoa por la peligrosa A1 para llegar a Astigarraga, tierra de sidrerías y del mejor zumo de manzana de Euskal Herría. Luego Lasarte saluda antes de llegar a la favorita Tolosa. Una ciudad entrañable que fue capital de provincia y que guarda en el Restaurante Frontón dirigido por el genial Roberto Ruíz las mejores alubias del país junto con un plantel de manjares difíciles de superar. Su río, su parte vieja, sus carnavales... Tolosa es una delicia casi tan dulce como los postres del maestro local Gorrotxategi.

Más abajo está el Goierri. Que puedo decir de mi patria adoptiva!!!! Txindoki gobierna mirando a su favorita Beasain, la vagonera. CAF, trenes, Loinatz y duende. El de sus gentes que representan mejor que nadie el caracter amable y encantador de Euskadi. Cerca está la alargada Ataún y la enemiga Villafranca de Oria donde los ecos del disparo a la heroína Yoyes aparecen cada año en fiestas. Si nos dirigimos hasta Nafarroa tenemos que parar en Leitza, cuna de harrijasotzaileak, de pelotaris y, en Etxarri. Pueblos crudos pero honestos y bien preparados para la defensa ideológica.

El territorio más grande de Euskal Herria es Nafarroa que tiene una división tácita entre lo que se cuece de Iruña hacia arriba o hacia abajo. Por su parte sur cercana a Aragón, el sentimiento euskaldún apenas existe y sus pueblos y constumbres poco o nada se acercan a las más norteñas. Garés es una delicia y Olite una maravilla sacada de un cuento de Disney en forma de castillo. La capital de las capitales es Pamplona. Iruña es más que toros y sanfermines. Es lucha rojilla y pamplonica invadida en demasía por la Obra de Escrivá de Balaguer y turistas beodos en Julio. Su plaza del Castillo y sus calles hacen que la sonrisa brote sin necesidad de kalimotxos. Osasuna es su divisa y por mucho Reyno y milongas, el Sadar su terreno de batalla.

Irurtzun y Aralar son el señuelo para llegar a Lekunberri, sobrio pero elegante pueblo a pie de puerto que recuerda al visitante su condición de foráneo. Más arriba el Baztán presume de Elizondo, Etxalar y la frontera con Iparralde. Verde, verde y más verde... Aire puro, oxígeno y buenos chuletones antes de llegar a la Alta Nafarroa con Bera de Bidasoa como culmen y muga franco-donostiarra. Bera, bera, bera cantaban Betagarri. Que belleza natural tan salvaje y furtiva. De poso fuerte y crudo, Bera guiña al Bidasoa que divide Estado, Regiones y Provincias. Hay dos opciones para llegar a Iparralde, o bien por Irún o por la Sareta.

Como tenemos alma pendenciera y bruja, preferimos llegar al país vasco francés por Sara. Pequeño, afrancesado y bohemio, el pueblo mantiene vestigios euskaldunes que mantienen conectada la llama vasca. Axular y sus acólitos están presentes en un campanario que reza "Todas las horas hieren, la última te mata...". Manriqueña fugacidad de las glorias humanas en pleno Iparralde. La magia y el akelarre está en Zugarramurdi, tierra de brujas quemadas y de cuevas repletas de vicios telúricos. El magnetismo de este lugar es majestuoso.

La presencia vasca en el territorio francés tiene a Donibane Garazi y Ainhoa como referentes. El primero tiene incluso aroma compostelano. Empedrado e hidratado por el río, este es uno de los rincones más destacados del Iparralde fronterizo. También Ainhoa y sus casitas rojas ya traspasada la otrora impenetrable frontera de Dantzarinea. La comarca de la Sareta es una delicia y une las antagónicas prácticas de la Nafarroa Baztanera con las de la Francia más euskalduna.

En dirección al mar, hacia arriba, aparecen Baiona y Biarritz sin olvidar Donibane Lohizune; la San Juan de Luz luminosa y turística que tanta historia guarda bajo sus soportales. La popular Baiona se tinta de rojo y blanco sanferminero en Agosto con una fiesta tan multitudinaria como la pamplonica mientras que la elitista Biarritz muestra con altanería su espectacular costa y paseo marítimo en el que surferos y amantes del blackjack y ruleta comparten vistas. Es una obra de arte natural este deleite para la vista que puede ser aún más placentero si se acompaña del delicioso chocolate de Baiona en sus multitudinarias formas y sabores.

Estos no todos, son los lugares que EuskalHerría guarda tras sus montes, sus recursos naturales están muy por encima de muchos territorios y tan sólo en paises tan recónditos como Eslovenia -la euskadi balcánica- se puede encontrar esta sucesión de regalos de la naturaleza tan elegantemente ensamblada al hombre. Pero EH es mucho más; lo son sus gentes que rinden culto a la mesa, a la fiesta, a la bebida, al deporte sano libre de trampas, a lo propio. Siempre a lo propio. Son los mejores anfitriones para quienes les eligen para una aventura y pese a mostrarse recelosos a primera vista, son más honestos que los que dan la palmada en la espalda en el minuto uno. Sus sidrerías, su Herri Kirolak y sus partidos de pelota pero también sus fiestas. Y que fiestas!!!! Si entablas amistad con alguno de estos vascones lo tendrás para siempre porque ellos son tan reales y sinceros como su patrimonio regalado por el planeta. Sin aditivos.