El pequeño universo cromático que se vislumbraba en las ventanas del lento, vetusto pero encantador tren hacía presagiar algo mágico y especial. La majestuosa estampa de la Vall es el preludio. Telúrico a priori y espiritual tras el sortilegio. Desde el adusto apeadero saluda el torreón del Campanari que gobierna la parte alta e histórica de la ciudad. Visión desde el intrincado y rebelde Aljorf que en paralelo a la estación abre su hospitalaria puerta de València con más de 700 años de bienvenidas y despedidas. En este pequeño reducto, que fue independiente y que actualmente se inserta en la ciudad sin olvidar su pasado, soltamos lastre para iniciar la descarada Nit de l'Olla.
Toca subir una larga cuesta con el emblemático Campanari como guía hasta la Plaça Major; espacio abierto que rezuma historia por sus cuatro costados donde se encuentra el imponente Palau dels Marquesos Milà i Aragó. Es el epicentro de la ciudad y de la fiesta. Aún está vacío pero en breve se convertirá en un carnaval multicolor de charangas y albaidenses con ganas de quemar la nit. Las calles adyacentes están repletas de banderas y luces con las filás moras y cristianas que abren sus puertas a propios y extraños. La buena gente no tarda en aparecer. Mayte me deja alucinado con su alegría vital y sus contundentes reflexiones en valencià. Rapsoda apócrifa de la Vall. Rosana ejerce de antifriona para los foráneos avituallándonos de cassalleta. Tras la cena, Albaida recuerda a Tolosa por su algarabía y desenfado. Las filás ensayan para el gran día con peculiares disfraces y total desinhibición. La Plaça Major vuelve a ser tomada por jóvenes y no tanto que seguirán con el mambo en el "foso", un amplio descampado donde dos escenarios se miran y se retan. Dos orquestas mejor que una para saludar al amanecer más canalla de la Vall.
Primero salen los cristianos -mis favoritos no lo voy a negar- y tras la Capitanía de 2018; los modestos pero irreductibles Mosqueters abren el desfile. Interesante traje, buena marcha y excelente Cabo de Escuadra. Pendenciera pero dulce. Más tarde llega el turno de les Cordoveses, una peculiar filá compuesta única y exclusivamente por mujeres. Sus voluptuosos trajes evocadores de la tierra andaluza junto con su desparpajo embelesan a todos. Posteriormente aparecen Maseros reivindicando valencianisme con traje tradicional y aparejos rurales. Al igual que Cordoveses, dan una nota diferente al desfile cristiano.
Els Batallers presentan uno de los trajes y escudos más interesantes desfilando con clase y elegancia. Uno de mis favoritos. Mientras que els Muntanyesos optan por un estilo más abrupto y contundente donde destacan las hachas. Els Pirates tienen sin duda el logo más atrayente, al menos para quienes tenemos al rock y al St.Pauli de Hamburgo como referentes. Es una filá mixta pero las mujeres llevan el tempo del desfile. Más sensuales que les Cordoveses y más canallas que sus predecesores auguran una espectacular Capitanía para 2020.
Pero sin lugar a dudas, Els Templaris demuestran que tienen la actitud, pose, estética y sintonía más especial. Definen a la perfección la causa cristiana desfilando con una fuerza superior al resto. Sus trajes, las representaciones como la lucha con la cruz de fuego, los caballos, las carrozas, los niños y los cabos de escuadra tanto masculinos como femeninos hacen de su Capitanía todo un espectáculo. Si su particular idiosincrasia me cautivó desde el minuto uno, l' Entrada que prepararon me dejó con el boli preparado para firmar la servilleta vinculante y entrar en su cohorte de músicos rebeldes, comprometidos y hospitalarios. Templari fins la mort!!!!
Tras la galaxia templaria llegaban los moros con sus particulares marchas -más recargadas y solemnes- y sus trabajados y presumidos trajes. Quizás el que mejor represente la fiesta en Albaida sea el de los Sirocos, que junto con su atuendo destacan por su pose y la sincronía de sus escuadras. Els Moros d'Al-Azraq, Kalifes, Tuaregs y Berberiscos siguen dando esplendor y luz a un desfile en el que los trajes, carrozas y sonidos consiguen evocar y trasladar los sentidos a tiempos pretéritos. Els Moros Nous prepara su Capitanía para el año que viene con una ambiciosa puesta en escena. Quemarán las naves dentro de 365 días pero en este 2019 han dejado muy buenas sensaciones.
Al día siguiente por la mañana, los más pequeños tenían el protagonismo y de nuevo las calles volvieron a cobrar vida propia. El sol dio un respiro pero la temida lluvia no apareció. Fue una tarde de visita a filás, ya que, hasta ese momento sólo los hospitalarios Sirocos con Francis, Miquel y Jordi como anfitriones, nos abrieron sus puertas. En els Cabiles vivimos una divertida tarde con el pequeño scout más irreverente, Paco Martí. No recuerdo tanto estruendo ni tanta animosidad en un colectivo como el que se generó en tan sólo unos segundos con estos moros. Sólo de pensarlo una sonrisa inunda mi semblante días después de aquel momentazo... Se dice el pecador pero no el pecado ni el contenido. Luego fue el turno de entrar al reducto de "mis" Templaris con Gómez, Blanco y Molina como cicerones. Allí el ambiente era espectacular. Cada vez que la charanga tocaba su marcha, aquello se caía con los poderosos lorololos y los puños al viento. Epic mode.
Más tarde llegó la hora de la ofrenda y de nuevo los diferentes colectivos desfilaron con música pero de una manera más austera. Buena oportunidad para ver de cerca los trajes ya que en esta ocasión, Belín nos brindó verlo desde abajo en sillas dejando descansar su codiciado balcó. Anfitriona de lujo tanto arriba como abajo. Amabilidad infinita a cargo de una gran persona que siempre con la sonrisa en el rostro aporta esa luz y positividad tan difícil para quienes no lo han pasado bien en esta vida.
Por la noche tocaba la "Cena de Gala" en els Cabiles y fue todo un honor ser invitado por Helena compartiendo mesa y mantel con Fernando y Clara. Buen ambiente en territorio Cabila que se alargó hasta la madrugada. El "templarisme" adquirido en los días precedentes me llevó más tarde hasta su guarida. Rock y marchas épicas. Compromiso y camaradería. Se unen dos grandes, Nara -que ya demostró su destreza con la porra el día anterior- y Luis. Galaxia templaría aderezada con guiños combativos. Buena gente. Felicidad. Albaida mola y tengo mucha suerte de estar acompañado por unas maravillosas personas. Las horas pasan y tras arreglar el mundo movidos por los néctares de la inhibición; unas empanadillas del Forn antes de que salga el sol salvan los castigados estómagos y las cada vez más perjudicadas neuronas que en estas fiestas pueden llegar a ser las mayores derrotadas. Más aún que los eternos perdedores moros.
El viernes se ponía el punto y final y desde luego, el último día no defraudó. Casi sin tiempo para descansar volvemos a la sede Templaria tras la invitación de sus huestes a participar en el "Correbar". Una iniciativa que contraprograma desde el mediodía a la Cabalgata. Els Templaris se niegan a repartir objetos de "todo a 100/1€" y prefieren recorrer las calles de Albaida con su charanga dando más luz, alegría e integridad al inicio del día de las Embajadas. Pasamos por el "Palau" en el que empieza a desperezarse el personal; el "Zulay" donde la canalla Cassalla cobra protagonismo y la marcha Templaria emociona a propios y extraños; "Criteri", que con complicidad sigue aumentando la catarsis y por último, el "Panata" que brindó una taula llarga para la filá repleta de pescaíto frito de la tierra con más salero del Estado. Camaradería absoluta en la horda Templaria. Si al principio Coleto, Molina, Gómez, mis queridas Helga con H y Nara, Luis y Blanco hacen de anfitriones; a esas horas el colegueo es tan grande y el grado de hospitalidad de estos cabrones tan brutal que me hacen sentir uno de ellos. Finalizamos en la filá con una comida de hermandad en la que termino por rubricar mi compromiso Templario al "estilo Messi" con el trozo de papel sobre el que estuve comiendo. Impresionante vesprada con una gente de superior categoría. Muy muy top. Gràcies Templaris!!!!
Más tarde llega mi Cábila favorita con su chilaba blanquiazul. Se integra y disfruta con nosotros. Mola el buen rollito entre "enemigos" y es que cada siete años -si no hay bajas ni altas en las filás- els Templaris aniquilarán als Cabiles sin compasión a las 20 horas en el Palau. Así es la historia. Los moros tendrán 4 horas de gloria pero tras jugar como nunca, perderán como siempre...
Es el día de las Embajadas y camino a la Plaça Major paramos en la sede Cordovesa. Ojito a estas chicas guerreras, que se lo saben montar bien. Muy bien. Allí, nos reciben Lucía y su pequeña Mireia. Desde el mediodía, la chavalería cordovesa hacía suya la calle jugando a la pelota y tirando petardos. Sí, en 2019. Ni móviles, ni consolas. Niños jugando en la calle. Tan delicioso como retro, desafortunadamente.
Nos aproximamos al Palau pero antes, la entente Siroco-Pirata que forman Francis y Gisela nos detienen en el Carre Nou para recordar los "Une Iraunkorrak" (momentos inolvidables) de las fiestas. Buena gente y encima familia. Más no se puede pedir ni se debe escribir... Es el momento de las Embajadas. Los moros ganan a los cristianos y la pólvora corre por la ciutat. Será una victoria efímera ya que horas después, Templaris derrotarán als Cabiles y dejarán a Albaida bajo el yugo del cristianismo.
No passa res. Vencedores y vencidos brindan en la glorieta con los grupos y orquestas como testigos. Isa superstar. Una di noi. Todos saltan, bailan y queman la última nit porque como dicen algunos, el estíu termina el 11 de Octubre y tras esta alocada noche de despedida arranca la cuenta atrás para el Mig Any, nueva cita para amigos, filás y familiares. Abrazos para Embajadores y Capitanes que dicen adiós. Exiliados que se despiden de Albaida hasta Navidades, Abril o, incluso el próximo año. En mi caso, finalizan unos días inolvidables en los que gracias a TOD@S l@s que me han acogido con un inmenso cariño me han hecho sentir un albaidense más. Un norteño, cada vez más valenciano, que jamás olvidará a unas gentes que durante todos los días festejaron el hecho de vivir con intensidad dando color, sonido y espectáculo hasta casi el amanecer.
Al día siguiente, aparece el agotamiento y una intensa resaca por tantas vivencias. Toca retirada pero conseguimos resucitar gracias al puchero de Vicen. Nos acompaña Neus, cuyos luminosos ojos reflejan el cambio generacional tan necesario como irremediable. Su emergente energía relevará a los que iremos cayendo por el paso de los años. L'Alrjof nos despide y algo nuestro se queda en sus angostas e intrincadas callejuelas. Queremos terminar la estadía a lo grande y nos llevamos el más goloso botín. El must de Albaida. Un buen repertorio de las maravillas dulces y saladas de Soler para recordar en los días posteriores el sabor de la Vall. El penúltimo saludo antes de partir es para la incombustible Elisa que no para en la terraza de su "Diferent" (le quedaría mucho mejor "Independent" pero eso es otra historia). Francis y Gisela pasan por casualidad y con ellos ponemos el punto final en este irreductible páramo de hedonismo, alegría y libertad. No será la última vez. Tornarem...
* Fotos de las filás por Cipriano Fornás